TEMPLARIO

Non Nobis Domine, Non Nobis, sed Nomini tuo da Gloriam

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Orden del Temple   Historia de los Templarios   Caballeros Templarios

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‍ORDEN DE NUESTRA SEÑORA DEL TEMPLE - QUIENES SOMOS


‍Orden

‍Nuestra Orden está compuesta por un grupo de personas, cuyos individuos están unidos por una regla y una misión, a la que se adhieren voluntariamente. Estamos inscritos legalmente en el Ministerio del Interior del Estado Español como una asociación sin ánimo de lucro y por tanto dotados de unos estatutos que regulan nuestras acciones civiles.


‍De Nuestra Señora

‍“Rindamos gracias a la Virgen María, Nuestra Señora, porque ella es el Jefe de nuestra Orden y por ella y en su honor, ha sido, el retorno de nuestra Orden y será, el fin de nuestras vidas y el fin de nuestra Orden. Cuando a Dios plazca. Que así sea. Amén”.


‍Religiosa

‍Tanto individualmente como en colectivo vivimos una vida Religiosa pero no de clausura puesto que hacemos compatibles nuestros compromisos personales, laborales y sociales con nuestra misión. Somos cristianos, católicos en su sentido universal y nada debemos añadir a las enseñanzas de nuestro único Maestro Jesús el Cristo, estamos obligados a cumplir sus mandatos conforme a nuestra Fe y nuestra Regla.


‍Los miembros de la Orden deben cumplir con oraciones diarias, asistir al Oficio Religioso Templario, asistir a la Eucaristía y acudir al menos a cuatro convocatorias anuales para reunirnos (llamados Pasajes), salvo fuerza mayor.


‍La instrucción y documentos de estudio que se facilitan a los hermanos no tienen como objetivo el desarrollo personal para la obtención de títulos, diplomas o reconocimientos personales. Los grados que se otorgan requieren pasar por unos exámenes y periodos mas o menos largos en los que se pone a prueba a los hermanos.


‍El sacramento de Caballero y la Ordenación Sacerdotal (Oficiante) imprimen carácter al igual que el Bautismo por lo que no se hará proselitismo ni venta o trueque de cualquier sacramento salvo los requerimientos de nuestra Regla. 


‍Del Temple

‍Depositarios y guardianes de un conocimiento cierto, transmitido sin solución de continuidad en el seno de la Iglesia Interior que constituye la Orden del Temple. Discretos pero no secretos, expresan, exponen, desarrollan su verdad, sin vanidad ni sectarismo, pero con Autoridad. 


‍Si el “hecho cristiano” es indiscutible actualmente, por diversos que sean los rostros bajo los que se manifiesta la religión del Cristo, de la misma forma es real y concreto el “hecho templario”


‍Conocemos demasiado las vicisitudes históricas de la antigua Orden del Temple (de los templarios), que fue suprimida por el Papa Clemente V (1,305-1,314) y que jamás fue restaurada por ninguno de sus sucesores.


‍Nosotros afirmamos que el martirio de los Templarios, desde 1,307 hasta su apogeo trágico del 18 de Marzo de 1,314, sobre la hoguera de la Isla de los Judíos en París, fue libremente aceptado por nuestros admirables hermanos mayores, que al ejemplo de Jesús en el Huerto de los Olivos, no ignoraban nada de lo que se tramaba contra ellos. Este martirio de los Templarios, milicia apostólica del Cristo, debe por tanto ser considerada, al menos por la cristiandad, como el segundo Gólgota.


‍Por otra parte, la “restauración”contemporánea de la Orden, no puede en ninguna forma estar supeditada al consentimiento de la Iglesia romana, dado que la creación de la Orden en 1,118 fue indiscutiblemente suscitada por “laicos”, aunque fuesen discípulos de San Bernardo.


‍QUIENES NO SOMOS


‍No pertenecemos a cofradías, ni a comunidades espirituales, ni a institutos religiosos, ni a movimientos o fraternidades seglares de la Iglesia Católica Romana.


‍Nuestra Orden no promueve espectáculos de folklore ni la redacción lucrativa de libros, no se dedica a un estudio histórico de la Edad Media, no ofrece estudios de ocultismo y esoterismo, no tiene que ver con la Masonería y no depende de la Iglesia Católica en su organización o sacerdocio.


‍Por todo lo anterior nos desmarcamos igualmente de cualquier organización que se atribuya cualquier afiliación templaria asegurada por Larmenius, el Caballero d´Áumont y logias masónicas espiritualistas. Todas ellas con “transmisiones” de distinto nivel, que se alejan de una autenticidad real, pese a que estén integrados por personas sinceras y animados de las mejores intenciones.


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BEAUCENS

‍TENEMOS UN SACERDOCIO APOSTÓLICO PROPIO


‍La originalidad fundamental de nuestra Orden reside, esencialmente en su sacerdocio laico de hombres casados, nutrido por el pan y el vino espirituales del Oficio Templario o también llamado Oficio del Santo Espíritu.  Este Sacerdocio reúne y expresa toda la doctrina en materia de fe.


‍Hereda las estructuras sacramentales de la Orden Esenia, guardiana así mismo del Sacerdocio de Melquisedec, adaptada y transmitida a los tiempos actuales.


‍El oficio templario y la misa eucarística representan y contienen toda la historia de la Encarnación y del plan de Dios para la redención universal. Puede expresarse en el siguiente esquema, a la vez simbólico y de correspondencias.

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La Misa Eucarística

Celebración de la Eucaristía según el rito católico romano.


Se trata de la actualización del sacrificio cumplido por Jesús Cristo, una vez para siempre, sobre la Cruz.


El sacrificio no es renovado; se hace presente en armonía con los gestos y las palabras del Señor, cuando instituyó la Santa Cena para la remisión de los pecados. El pecado hizo necesario el sacrificio de la reconciliación por aquel que siendo verdadero Dios y verdadero hombre, era el único que podía destruir  el muro de separación entre el hombre y Dios. Ya que hay sacrificio, hay por tanto sacrificante: tal es el sacerdote, quien se une al Cristo, se ofrece con Él, resucita con Él.


La misa eucarística es fundamentalmente crística.  Es el sacramento del Hijo, perpetuamente engendrado por la Madre, que Él purifica con su sangre, accediendo de muerte en muerte y de nacimiento en nacimiento, a la perfecta imagen del Padre al término de su ascensión

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La consagración de las especies preparadas para el sacrificio eucarístico, depende de tres factores necesarios y suficientes:


La ordenación del sacerdote en la sucesión apostólica.

Las palabras y los gestos de la primera Cena.

La infusión del Espíritu por la acción conjugada de los dos factores  precedentes.


Tiene por fin y por consecuencia restituir el Ser del Señor encarnado y dar su absoluto sentido a la real presencia de Jesús-Cristo, por su cuerpo y por su sangre, conforme a las palabras de la institución; “Tomad y comed, este es mi cuerpo. Tomad y Bebed, esta es mi sangre”, y conforme a la enseñanza trasmitida por san Juan (6-30.58) 


“Yo soy el pan viviente descendido del Cielo; quien comiere de este pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré para la vida del mundo, es mi carne... si no comiereis la carne del Hijo del hombre, y bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros... porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida”


A la ofrenda de las especies sucede su sublimación por el descenso del Verbo, y su unión a la materia ofrecida en holocausto. Es, una vez más, la encarnación del Espíritu universal en la Virgen Madre. El nombre de “transubstanciación” califica a este fenómeno en el marco de la misa eucarística, y no puede ser aplicado en ninguna otra liturgia. Después de la consagración, el sacerdote da verdaderamente el cuerpo y la sangre del Cristo por medio del pan y del  vino.

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A la misa eucarística corresponde el sacerdocio del sacerdote: uno y otro toman sus fuentes y su virtud en el sacrificio de Jesús-Cristo. La ordenación en el sacerdocio, hace de un hombre, un sacerdote cargado de poder. - nosotros decimos: del fluido crístico.


El celibato del sacerdote católico romano puede ser considerado como una prudente medida tomada por la Iglesia, ya que no es condición formal en los antiguos cánones. Es verdad que la función pastoral del sacerdocio se acomoda mejor en general, con una total libertad con respecto a las terrestres obligaciones, particularmente conyugales y familiares. Pero querríamos subrayar hasta que punto esta libertad es relativa en cuanto a la naturaleza profunda del individuo, a la calidad y a la densidad de sus motivaciones, a la presión del condicionamiento y de las tentaciones de la civilización contemporánea, que no se podría a retirar al sacerdote, bajo peligro de vaciarle de su divina vocación, su fundamental papel de mediador entre el hombre y Dios. 


A este título, él es la palabra de Jesús-Cristo, y es su sacrificio. Se  une al Cristo cuando se ofrece como víctima expiatoria en nombre de la Asamblea de los creyentes. Él comulga con el poder del Cristo y lo encarna hasta el punto que en él se efectúa la unión de Dios con el hombre. Habla con verdad cuando presentando la hostia, declara el Cristo por su voz: este es mi cuerpo; y cuando el vino: esta es mi sangre.


Todo esto no se demuestra. Es objeto de fe, Pero creer en el sacramento no es otra cosa que creer en el sacerdocio del sacerdote, consagrado al celibato porque la  mediación entre el pecado del hombre y la santidad de Dios, entre la plegaria del hombre y el amor de Dios, exige necesariamente  y absolutamente, el don total de sí a Dios y a la humanidad.

El Oficio Templario

Celebración del oficio del pan y del vino según el rito esenio.


Se trata de la ofrenda de los frutos de la tierra, tal como aparece por primera vez en el relato de la Creación, en la historia de Caín y más tarde en el encuentro de Abraham y Melquisedec. 


No entra en este rito ninguna noción de sacrificio; está ligado a la Creación visible y constituye el símbolo de la buena relación, de la relación normal entre el hombre y su Padre. No está por lo tanto asociado al sacerdocio de un sacerdote.


El oficio templario es fundamentalmente marial, En esta medida, constituye un rito provisional, una liturgia de “preparación” que orienta los pensamientos, las plegarias, la fe del Caballero, en el final Advenimiento del Cristo, nuevo Adam de la Humanidad justificada. Es por lo tanto permaneciendo siempre como la cima de la vida espiritual de la Orden, a través de tiempos y lugares, no para la repetición o para la renovación o la actualización de un acto sagrado, divina e históricamente instituido con una intención precisa, sino el recuerdo ritual del movimiento de la Tierra en su vida perpetuamente renovada, en su asunción.


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La consagración propiamente dicha se compone de dos momentos sucesivos y complementarios:


El ritual esenio de exorcismo y de consagración de todos los objetos y lugares destinados al servicio de Dios, con la ayuda de dos elementos habitualmente utilizados: la sal y el fuego; ambos, purificadores. Este primer movimiento se corresponde por lo tanto a la historia precrística.


La imposición de manos, instituida por Jesús-Cristo y practicada por la Iglesia primitiva, confirma y afirma el valor simbólico del pan y del vino sin suprimir nada de la verdad de la afirmación: “El que coma de este pan vivirá eternamente”.


Sin ninguna duda, esta “consagración” inscribe el oficio en la corriente de esos instrumentos de salvación, o medios de gracia, que son llamados “sacramentos”. De todas formas no es otra cosa que un rito de “apartamiento para la ofrenda a Dios”. Consagrar es aquí, el hacer sagrado el objeto por el simple hecho de dedicarlo a la divinidad. Efectivamente el pan y el vino, representando por excelencia los frutos de la tierra, son preparados sobre el altar con vistas a su fecundación por el Verbo divino. 


Llevan en sí toda la riqueza de la vida: ¿no son símbolo de la continua disponibilidad de la tierra, de la continua acción del Espíritu en María y de la ininterrumpida generación que de ello resulta? El pan y el vino simbolizan espléndidamente la carne de María, que por la maravillosa Alquimia de la Inmaculada Concepción, se convierte en el cuerpo y la sangre del hijo engendrado en ella. El oficio templario es en verdad un sacramento, que tiene sus fuentes en la Madre, identifica las especies del pan y del vino con Jesús, hijo del hombre, y las propone a la Iglesia de este siglo para que ella haga nacer al Cristo hijo de Dios.


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La consagración del oficiante templario es un apartamiento para la realización de una sola y única misión: crear y desarrollar la comunidad de aquellos, que al igual que los esenios, preparan los caminos del Señor. Para este fin utiliza los medios de conversación y de redención, que son la predicación y la palabra de Dios y la celebración del oficio. No obstante, aunque divinamente llamado y divinamente investido de la gracia pastoral, sigue siendo, por su carne y por su sangre, totalmente solidario del hijo de María, orgánicamente integrado en el rebaño que le ha sido confiado; marcado con el signo de la encarnación. 


Perpetua en sus gestos y palabras la aventura terrestre del hijo del hombre y esta es la razón por la cual transmite a sus hermanos los beneficios y los ademanes del Salvador por ademanes y palabras simbólicas, semejantes a las de Juan Bautista. Él es quien prepara y anuncia el sacrificio: en ningún  caso es ni puede ser el sacrificante. Soldado del Cristo por su misión, el Oficiante es el sacerdote de María por su encarnación. 


Así, cuando ante el altar, consagra el pan y el vino, símbolos de la vida, es inseparable de su esposa ya que deben conjuntamente, representar y reproducir el agente necesario par que la Creación nazca de las Aguas, los frutos nazcan de la Tierra, Jesús nazca de María; el Fuego fecundando la Substancia. He aquí el verdadero sentido de “la pareja sacerdotal”, su verdadero lugar en el plan divino de redención de la humanidad, su verdadero papel en la edificación de la Iglesia Universal.


Como Adam y Eva presentan al Creador los frutos de la Tierra, como José y María presentan al Niño Jesús al Señor para consagrarle, de la misma forma la pareja sacerdotal ofrece y consagra a Dios las especies naturales que perpetúan la re-elevación de la creación hacia la Unidad.


ECUMENISMO


La doctrina templaria, en todo cuanto respecta a la existencia humana, es fundamentalmente universalista. El ecumenismo, considerado hoy día como el movimiento de todos los creyentes hacia la unidad religiosa, no está ausente por lo tanto de las preocupaciones e investigaciones de quienes en el seno de la Orden tienen como misión el provocar la eclosión de la Iglesia Nueva reunida alrededor del Cristo.


El verdadero camino ecuménico, que consiste en remontar desde las profundidades, a la Fuente Única de todas las religiones, cualesquiera que sean  sus niveles de evolución o de revelación.


Pero este ecumenismo no termina en el Cristianismo Universal y sus distintas ramas sino que el Temple, como en el tiempo medieval, actúa para la Alianza entre Cristiandad e Islam.


No se puede ir más allá del buscado sincretismo que en el Oficio Religioso templario, donde algunas veces, después de la comunión eucarística se hacen eco el “Padre Nuestro” y la “Fatiha”:


“En el nombre de Dios, clemente y misericordioso. 

Gloria a Dios, Dueño del Universo,

El clemente, el Misericordioso,

Soberano del día de la recompensa.

Es a ti a quien adoramos.

Es a ti a quien imploramos auxilio.

Dirígenos en la recta senda.

En la Senda de los que tu has colmado de tus beneficios,

De los que no han incurrido en tu cólera  y que no se extravían.

    Amén”


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‍MISIÓN Y RESURGIMIENTO


‍Misión

‍La misión de la Orden y sus esfuerzos se encaminarán, principalmente, en los siguientes objetivos:


‍• Preparar el retorno de Cristo en Gloria Solar.


‍• Afirmar la primacía de lo Espiritual sobre lo temporal.


‍• Restablecer la noción exacta de Autoridad y Poder en el mundo - La Sinarquía.


‍• Devolver al hombre la conciencia de su dignidad.


‍• La unidad de las Iglesias - El Credo.


‍• Ayudar a la Evolución de la Tierra y de sus criaturas.


‍• Derogar la injusta condena ejercida por la Iglesia de Roma para que la Orden del Temple sea rehabilitada.


‍• Ayudar a la Humanidad en la sublimación de su Pasaje.


‍• La unión de los Templarios depositarios del Resurgimiento.


‍Resurgimiento Templario

‍Los “tiempos siendo venidos” y según la Ley de su Ciclo, la Orden del Temple ha resurgido discretamente el 12 de Junio de 1.952 a las 23 horas, en el mismo castillo de Arginy donde nació.


‍El 24 de junio de 1966, reunida en cónclave, la Orden eligió según sus usos y costumbres, bajo el nombre de Juan, a su vigésimo tercer Gran Maestre, único sucesor autorizado de Jacques de Molay y en  1.973, 666º aniversario del comienzo de su pasión medieval, la Orden dirigía, por primera vez y por la voz de su Gran Maestre, a los Obispos de Francia, un requerimiento para la apertura de un proceso de revisión y rehabilitación. 


‍A partir de ahí y hasta nuestros dias, en distintos grupos y con mas o menos éxito, los hermanos que han recibido la transmisión mantienen la tradición y la ortodoxia. Nosotros trabajamos también con todos estos que provienen del Resurgimiento real de 1952.


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VIRGEN MARIA


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